Mi primer contacto consciente con la madera, debió ser con la vara del maestro. Después de mucho intentarlo; con un muy amplio abanico de recursos además de la vara; y sin resultado aparente. Me veo envuelto en un curso de carpintería; de seis meses de duración; en una de aquellas escuelas de formación acelerada. De allí se salía; si te fijabas y aplicabas lo debido; un buen aprendiz.

En mi caso no pudo ser ya que por aquel entonces andaba yo sumido en un profundo despiste. Y así fue pasando la vida, hasta que me convertí en granjero. Fue allí, en contacto con la materia viva, donde descubrí el secreto que más tarde me llevaría a desarrollar mi habilidad como recomponedor de madera.

“El presente se vuelve pasado inmediatamente y en ese mismo instante también futuro”.

Mi primer curso fue construyendo nuestra casa, a las órdenes de Amador de Lailón, Jesús de Vilariño, Antonio de Chorexe y Jose de Santo Xusto. Maestros canteros que aprendieron del eco de los más grandes, los Constructores de Catedrales.

El segundo fue ya en el trabajo, aprendiendo sobre lo que desmontaba, lo que montaba, de errores, de curiosidades, de golpes de suerte, de lo leído de lo hablado…. Y así, entre una mezcla de constancia y curiosidad fueron resultando una serie de trabajos donde intento reflejar lo que ellos me dieron y lo que yo tengo.

El mayor de mis premios a nivel profesional ha sido poder compartir con los maestros anteriormente mencionados, dos años de intenso trabajo en los que compartieron conmigo su saber. Y así, yo a lo mio; “a servir”, y ellos dejándome ver, y el tiempo pasando, y al tropezón…, y la experiencia.

El segundo premio es mi familia y todo el apoyo que me dan, especialmente Cristina , nuestros dos soles y este lugar donde habito en el corazón de La Ulloa, “Cerne” desta gran leira, Galicia.